Diario El País.
Las víctimas del bochornoso espectáculo que contemplamos a diario en el
perímetro aislante (¡oh, cuán higiénico!) de Ceuta y Melilla ignoran las
leyes inicuas que rigen el mundo desde la caída de los regímenes
seudocomunistas y del desmantelamiento paulatino del modelo
socialdemócrata del Estado providencia: la desregulación caótica de los
mercados financieros del casino global y el desequilibrio comercial que
favorece a los países de tecnología avanzada a expensas de los que no
pueden exportar más que materias primas y mano de obra barata. Huyen de
la miseria, de los tiranuelos heredados del antiguo poder colonial, de
las guerras étnicas o tribales con su secuela de matanzas y éxodos. Han
atravesado miles de kilómetros a través del desierto, sufrido el abuso
de las mafias, soportado el rigor y las trampas del clima en una huida
adelante de meses o años en busca de un refugio para afrontar al fin el
último obstáculo: una doble verja de seis metros de altura con alambres
de espino y cuchillas “no agresivas sino disuasorias” en palabras de
nuestro ministro del Interior.
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