MARTHA NUSSBAUM Filósofa y profesora de la Universidad de Chicago
Oviedo,
P. RUBIERA/ P. GALLEGO
Martha
Craven Nussbaum (Nueva York, 1947), filósofa y profesora en la
Universidad de Chicago, es el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias
Sociales de este año. Aunque es conocida sobre todo por sus ensayos
sobre filosofía antigua -ha firmado una veintena de libros sobre
Aristóteles- y el estudio de las emociones, Nussbaum ha desarrollado
intereses muy variados. Su filosofía sigue la estela de la tradición
política liberal, es una defensora radical de la educación y las letras
como baluartes de la existencia, de los derechos de los animales y
estudiosa del feminismo. En 1986, en colaboración con el economista
Amartya Sen, desarrolló la teoría del «enfoque de las capacidades» como
alternativa para el análisis de las cuestiones de justicia básica. La
pensadora, que llegará a Asturias el próximo martes, ha respondido a un
cuestionario de LA NUEVA ESPAÑA.
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Fueron los griegos los primeros en concebir la
educación -paideia- como una formación integral que ayudaba al individuo
a formarse adecuadamente para el ejercicio recto de sus deberes cívicos. La
paideia griega se trasladó como humanitas a los romanos; y, posteriormente, el pensamiento cristiano aquilató este sentido de la
humanitas
romana, trascendido por la intervención directa de Dios en la historia
humana a través de la Encarnación. Este modelo educativo entraría en una
gradual regresión a partir del siglo XIX. En una primera fase, al lado
de las humanidades clásicas, fue ocupando un lugar cada vez más
preponderante el estudio de las humanidades modernas -Psicología,
Sociología, Economía, Pedagogía, etcétera-, introducidas cada vez con
mayor fuerza en la enseñanza. Paralelamente, el estudio de las Ciencias,
propio del modelo clásico, fue sustituido por el estudio de técnicas
especializadas y utilitarias. Y la escuela dejó de ser el ámbito único
de formación: los medios de comunicación, el cine, la televisión
postularon nuevos modelos educativos que ya no buscaban transmitir el
saber, sino cultivar aptitudes e impartir conocimientos meramente
instrumentales. Así se ha llegado a la situación actual, en la que el
hombre contemporáneo, apoyado en porcentajes y estadísticas, cree poder
interpretar el mundo; y en la que el estudio de las humanidades aparece
caracterizado como una reliquia del pasado, mirada con un benevolente
desprecio por los que se consideran a sí mismos como representantes de
la cultura propia de nuestra época.
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